lunes, 8 de marzo de 2010

27/02 03:34

Les voy a contar una cosa, dos cosas, quizás tres...

Desde que tengo uso de razón supe que había que valorar la vida. Hasta los 9 ó 10 años nunca pensé en la muerte, ni en nada relacionado a ella, hasta que murió F y, de golpe y porrazo, a mi corta edad, pregunté por primera vez "¿qué significa morir?" y, más inquisidora aún "¿qué pasa con la gente que muere, a dónde va, con quién están, qué sienten?" (todo en la misma pregunta). Como eran los padres en los años noventa, olvídense de pensar que alguien me explicó algo. "Jugar más y preguntar menos, eso es para las niñitas"... ¡Puta mierda! quería saber algo, tenía una duda, pero era "muy chica" para que alguien me explicara todo...

Eso, en 1996.

2010, catorce años después... ¡14! (parece que fuera más cuando escribo el número con letras, ¿o no?), catorce años después la muerte volvió a azotarme, a darme de golpe y a hacerme pensar, y pensar, y pensar... lo que muchos odian que haga, ¿será por eso que pienso y pregunto más?

El 26 de febrero salí de Copesa, donde practico/trabajo hace tres meses. Estaba feliz porque había salido temprano, iba a pasar a comprarme una crema que quería hace tiempo y como era tan cara no me la había querido comprar...pero tenía dinero y lo iba a hacer, sin arrepentirme. Salí del metro, compré la crema y me vine caminando dos cuadras, pensando que ese fin de semana nos quedaríamos solos D y yo, que veríamos tele y comeríamos tallarines con crema y carne, porque D cocina y cocina bien, no como yo que no nací para esas cosas.

Llegué, feliz con mi crema, abracé a D y me fui a duchar porque aún quedaban restos de verano en el aire y no hay nada como una ducha helada. Salí del baño y D me dijo que G vendría a casa a tomar algo y a comer con nosotros. Esperamos que llegara viendo una película y, unas horas después estábamos los tres viendo a Arjona tomando ronceta con muchos cigarros y todas las ventanas abiertas.

Estuvimos sacando fotos y a las 3:20 nos fuimos al living, me senté en el sillón naranjo, me fumé un cigarro. Hablamos del colegio, del matonaje, del compañero gordo, de mi amiga y de la golpiza que le dimos a la puta del colegio por meterse donde no debía. Nos reímos tanto que el sillón se tambaleó, y se tambaleó... y yo dije que temblaba, pero no me creyeron, y siguió...

Y se movía todo, me paré, grité... ¡Déjenme salir!, pero D y G no me dejaron, me dijeron que no gritara, pero no paraba, y seguía, y las cosas se caían, todo sonaba, los vidrios, los gritos de la gente de abajo...

Nos movimos rápido, llevaba más de un minuto moviéndose todo. Hubiera deseado con todas mis fuerzas que fuera efecto del alcohol, pero yo NO BEBO y era imposible que fuera una alucinación, porque no sólo yo estaba asustada, ellos también. Llegamos a la puerta con dificultad, y con la misma dificultad logramos abrirla, nos quedamos allí, esperando que se detuviera.

Las paredes se movían, los muebles caían y se podía escuchar el crujido de la casa, y pensé que moriría. Traté de arrancar, pero nuevamente me sujetaron. Lloré, quería salir, estaba aterrada y NADIE, NADIE puede imaginar la cantidad de cosas que pasaron por mi cabeza en ese minuto. Ya llevaban más de dos minutos y no se detenía y mientras me abracé a D con fuerza pensé: "hasta aquí llegó mi vida", y me entregué en los brazos de Dios, no sin antes pedirle "que me llevara rápido y sin dolor" y "que no le pasara nada a D".

Y en cuanto pedí fervorosamente una muerte rápida, el temblor paró. Y bajamos las escaleras, que nunca fueron tan largas como esa noche. Llegamos al portal y nos dimos cuenta que estábamos encerrados, y yo estaba con sandalias, tenía frío y terror, y nadie nos iba a ayudar porque cada uno tenía que salvar su vida. D subió a buscar las llaves y abrió la puerta, salimos y alguien puso la radio...

Terremoto 8,8 con epicentro en Cobquecura, a 90 kilómetros de Concepción. Pensé en mi familia del sur, en mi hermano con mi sobrino que cumpliría un año en dos días más. Pensé que me había salvado de morir, pero que no sabía nada de los míos, me desesperé y me senté a llorar en una esquina. Ya eran las 4 de la madrugada del sábado 27 de febrero.

El 28 a las 11 de la noche recién pude dormir.

El 1 de marzo mi sobrino hacía un año. Tuve que ir a trabajar porque es lo que toca, sobre todo cuando eliges ESTA profesión que no perdona. Vi de todo, podía oler la muerte y la desolación, pero tuve que ponerme de pie.

Hoy, a más de una semana del desastre, siento la misma duda que a la partida de F.

¿Dónde están los 847 muertos que dejó el terremoto? ¿qué sintieron? ¿sufrieron?...

Y no hay nadie que me responda.