martes, 2 de febrero de 2010

Prefacio de Un Mundo Feliz, Aldous Huxley



Todos los moralistas coinciden en que el remordimiento es un sentimiento sumamente indeseable. Si has obrado mal, arrepiéntete, enmienda tus yerros en lo posible y esfuérzate por comportarte mejor la próxima vez. Pero en ningún caso debes llevar a cabo una morosa meditación sobre tus faltas. Revolcarse en el fango no es la mejor manera de limpiarse.

El arte también tiene su moral, y muchas de las reglas de esta moral son las mismas que las de la ética corriente, o al menos análogas a ellas. El remordimiento, por ejemplo, es tan indeseable en relación con nuestra creación artística como en relación con las malas acciones. En el futuro, la maldad debe ser perseguida, reconocida, y en lo posible, evitada. Arrepentirse de los errores literarios cometidos hace veinte años, intentar enmendar una obra fallida para darle la perfección que no logró en su primera ejecución, perder los años de madurez en el intento de corregir los pecados artísticos cometidos y legados por esta persona ajena que fue uno mismo en la juventud, todo ellos, sin duda, es vano y fútil. (...)

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